Suena el viejo vinilo del Gran Combo a las nueve de la noche, seguramente en Puerto Rico se debe seguir disfrutando de lo rico del sol y lo paradisíaco. Por el hemisferio Sur de América, la lluvia se hace presente y cada vez es más trágico lo que trae con su caída. Muchas regiones de nuestro país se ven afectadas. Nos hace caer en tristeza por las miles de pérdidas, en amargura para los que decidieron tender la ropa y dinamita para quienes llevan la procesión por dentro.
Comienza a notarse cada vez más. Comienza a pasar fronteras. Habíamos visto unos minutos antes la insoslayable caída del ‘Matador’ en el pantano formado en el Defensores del Chaco, tierra bendita de los hombres nacidos para afrontar la guerra sin armas, tan solo con sus afiladas suelas y feroces cabezas. Se había conseguido lo de siempre: una derrota en Copa. Ya sin ánimos de hartarse, solo quedaba sumirse en el espejo desdibujado y el ceño fruncido de vergüenza.
Nacional, histórico por donde se le vea y fiel a su estilo, supo conducirnos por el caudal del llanto del cielo. Parecía una película de antes, de las que pensábamos volver a ver pero con distinto desenlace y todo fue meramente igual.
Millán, con la sutileza que le caracteriza, agitó la red inquebrantable. Le dio una caricia a la pelota para que se metiera en lo más profundo y sonreír bajo la lluvia. Nos quedaría corto todo y con el pasar del cronómetro el gesto en el rostro fue cambiando a pálidas resignaciones. Propio de lo suyo y muy lejano de lo nuestro, dieron vuelta a un marcador que parecía ganado del todo. Nos dieron otra lección para recordar que estos partidos no terminan hasta que te encuentras cubierto de hielo en la bañera del hotel y con las medias ajustadas en el vuelo de regreso.
Las ilusiones que nos habíamos planteado una semana atrás se fueron quedando perdidas. Otra vez no habría un pase de fase, no tendríamos la posibilidad de ver duelo peruano con el cuchillo entre los dientes para seguir en el torneo. Tan solo el diluvio de derrotas que nos acompaña cada temporada, es lo que más renovamos en lugar de la esperanza.
El tocadiscos levanta su voz, no quedan ganas de pedir que nos acompañen con algunos pasos. La noche se hizo gris, una noche de verano que no se podía disfrutar como lo planeado. Lluvia cruel.