En una década pueden ocurrir muchas cosas: Conflictos, aparición, caída de imperios y ciudades, avances tecnológicos; se puede pasar del amor al odio y viceversa y, como en la vida misma, el fútbol no carece de excepciones. ¿Cuánto puede cambiar una persona en diez años? ¿Cuánto puede cambiar un futbolista en una década?
¿Cuánto se puede cambiar en diez años? La respuesta varía, según quién la responda. En el caso del volante de delgada contextura nacido en Correa, Santa Fe, fueron cambios abismales. Horacio Calcaterra llegó al Perú a los 22 años tras dejar Rosario Central, amigos y familia para emprender una nueva vida en otro país, precisamente en el recién ascendido Unión Comercio de Moyobamba. En aquel 2011 demostró condiciones que le permitieron llegar al año siguiente a un Universitario de Deportes herido de gravedad: Entre las crisis administrativa y económica y la salida masiva de jugadores, los ‘Cremas’ solo pudieron realizar tres fichajes, siendo él uno de ellos.
El delgado mediocampista rosarino era uno de los más talentosos en Ate, de buena pegada, técnica exquisita y poco oficio. Era cual estudiante dotado de inteligencia y habilidades, pero en deuda con el esfuerzo. En un año irregular para la ‘U’, Horacio tuvo uno de los rendimientos más altos, llegando a marcar 7 goles y hacerse con la titularidad de forma indiscutible. Por ello, cuando llegó al Rímac, algunos de sus antiguos hinchas lo tomaron como una traición; mientras los nuevos, de la mano de Roberto Mosquera, lo veían como una apuesta.
Roberto fue ese profesor que supo sacar lo mejor de un alumno talentoso y desarrollar habilidades que quizá no sabía que podía cumplir. El enganche de poco oficio se convirtió en un volante todoterreno, polifuncional, trajinador, empeñoso en la marca y la parte táctica. Un box to box como dirían algunos. El mago de los chispazos se transformó en un obrero solidario y de gran pundonor, pero sin olvidar aquellos dotes de elegancia y buen trato con la caprichosa. En La Florida supo vivir sus mejores años con distintos entrenadores y metiéndose al bolsillo de la hinchada celeste con cuatro títulos en nueve años; pero como la vida misma, nada es eterno e incluso los lugares considerados nuestro hogar o fuente de felicidad, algún día pierden la magia y dejan de serlo.
La aventura de ‘Calca’ llegó a su fin después de casi una década vistiendo la casaquilla del tercer grande, volvió a Universitario. Diez años después de su partida volvió a su gran vitrina, a ese primer gran desafío en el Perú al que llegó con ilusión a sus 23 años. Muchas cosas cambiaron, pues ya no es más el enganche, ahora es el volante mixto de marca y jerarquía. Muchas cosas cambiaron, pues ya no es una joven figura, sino un jugador experimentado con mil batallas. Muchas cosas cambiaron, pues ya no es el volante argentino de los planteles; es el nacionalizado y seleccionado peruano. Pocas cosas cambiaron, pues la ilusión de aquel delgado muchacho nacido en Santa Fe es la misma que la del delgado y curtido referente.