En un tiempo lejano tratábamos de esquivar lo que el futuro escribía bajo sus pies, creímos que no era necesario plasmar lo que observábamos como posibilidad. Pensábamos que era suficiente con solamente ser pacientes y aguardar por hacer realidad lo que la mente imaginaba en su mundo alternativo. En el que suceden cosas sin que se hayan hecho realidad, propiamente dicho un paraíso de fantasías. En el que habitan personajes icónicos, llenos de gloria y brillo que encandila vidas y ojos que relucen ante tanto talento en el gramado.
Hasta hace muy poco era imposible pensar cómo lo hacemos ahora. Era difícil soñar con que se hiciera real la posibilidad de tener a un Piero como este, conductor de sueños y gestas, repartidor de pases para el jolgorio del viernes por la noche, hacedor de goles; un Piero distinto, como siempre lo ha sido, pero que debíamos demostrarlo. Y decíamos que a nosotros no, que primero era consigo mismo, por algo están diseñados los espejos para que sean nuestros mejores amigos. Sí, se veía todo muy lejano, pero entre febrero y marzo se encargaron de traer a la vida al pequeño demoledor de cinturas y de gambetas sin censura.
Luego de tantas críticas desmedidas, de tanta responsabilidad que no corresponde, de tanto luchar contra la marea y de tantos enemigos sin haberle puesto una piedra a nadie, por fin tenemos al jugador que tanto pensamos, que tanto necesitábamos como fútbol. Porque guarda la esencia de nuestro pueblo, porque es pícaro y furioso, porque es la mezcla perfecta de arrebatos y posturas de yoga, porque aprendió a caer sin haber subido siquiera, porque lleva en las rodillas los raspones de tantas épocas, porque es de baja estatura pero gigante en alma y porque su mejor amago se lo hizo a la clase alta al ponerlos a cantar el apellido del Perú profundo. Cosas que sólo suceden en el paraíso de las fantasías a donde siempre nos lleva a soñar Piero Quispe.
Nos conduce por la libertad de generarse un espacio tras un regate dejando a los obstáculos vencidos, tendiendo puentes que no se desploman por nada, cruzando ríos profundos diseñados por el olvido. Piero dejó de ser esa linda coincidencia de hace algunos veranos, es ahora el chico de las fantasías para los hinchas cremas. Porta el don de haber nacido en esta patria que solo produce volantes creativos sin que pasen el 1.75 cm, eso los hace especiales, les permite enamorar fácilmente a los más chicos y hacer delirar a propios y extraños.
Él se introduce en la caja de ilusiones, en esos metros cuadrados en los que muchos sueños conviven en algunos minutos para hacerse realidad, puede pisar los mismos terrenos que el gato de Cheshire en un mundo escrito por Lewis Carroll, es el rol que ha decidido asumir en Universitario, el que le encargó Jorge Fossati para conducir juntos a la crema a una medalla que hace mucho no ven brillar en su pecho. Un reluciente oro que se desprende en cada toque de balón suyo y que entusiasma a muchos con hacer posibles esos pensamientos que divagan por la mente.