Ha sido elegido para hacer brillar el 23, no solo el dorsal que extrañamente vestirá esta temporada, sino también el año que lo volverá a lucir de blanco y azul en las precarias canchas de nuestro campeonato. Ha sido el último en llegar a una plantilla que genera más de una ilusión en su pueblo y en los que creemos que por fin demostraran su grandeza fuera de estas tierras. Ha sido el más esperado por todos en los últimos tiempos y será el encargado de dar pausa y desenfreno cuando mejor crea conveniente.
Christian está de regreso, para hacer vibrar, para poner a bailar a las tribunas, para dejar garganta roncas de alegría, para desterrar todo número de oscuridad y poner la luz en las noches de antiguo tormento. Está donde quiere estar, en el lugar dónde conoció a su primer amor y del que jamás pudo olvidar, volvió para saldar deudas pendientes con su hinchada, pero principalmente consigo mismo. Sabemos de sus cualidades y lo grandioso que ha sido verle de blanquirrojo, pero es tiempo que a su magia le agregue el toque triunfador que necesitan los flashes: ser campeón como hace casi 17 años. Todos necesitamos verle con un trofeo en manos, es algo que él se debe y estamos seguros buscará quedarse para lograrlo. Ese significaría el tricampeonato de Alianza y la copa necesaria que debe beberse Cueva.
Esta no es una vuelta cualquiera, como se han encargado de calificar algunos cucufatos que dicen saber de esto. El que tengamos entre nosotros al autor de los últimos versos chicha, es algo maravilloso. Jamás se dio un retorno entre tribunas llenas, que signifique embriagarse de ilusión por tener un equipo a seguir en las semanas y desesperar por recitar sus fintas a viejos rivales o los nuevos que se atrevan a retar. Todo esto ha sucedido en el momento indicado, quien piense lo contrario es que no lo disfrutó nunca.
Estamos todos listos para ser partícipes de grandes funciones de magia. Que derroche en la cancha el placer de jugar a la pelota como sabe hacerlo. Llegó el tiempo de estrellato en nuestra alicaída Liga 1. Acomoden los muebles, consigan sus entradas, prepárense una bebida que las noches en Matute no serán las mismas. Recomendamos mudarse a La Victoria para disfrutar de ese aire que respirará nuestro irrepetible diez. No digan luego que no se les advirtió, el pequeño de los pelos engominados pondrá a danzar a infantes, familias enteras, caras largas y aguafiestas.
