Hay cierta fuerza que impulsa el mundo, que impulsa la vida misma, que le brinda la razón al despertar diario y al calor interno de buscar estar. Es una que por mucho que se le busque significado no se le encuentra. Son cuestiones raras, es parte de esos enigmas que tiene este juego para componer una realidad distancia de la fantasía. Para muchos es una sonrisa, para otros una caricia, también los hay quienes la encuentran en dos ruedas, en páginas de libros, en algunos ojos, en un balón, en las olas del mar o en su arena.
La última noche de viernes dio cita a un encuentro con ella. En la cancha Universitario imponía sus credenciales de equipo grande ante un alicaído Cantolao, cada vez más hundido en la penumbra y haciendo soledad la casilla 19 de la tabla. En casa la familia reunida para homenajear la vida, pocas cosas nos hacen sentir tan cobijados que el calor de hogar. Para Marcos una nueva entrega de confianza de parte de Don Jorge. Han sido pocas, pero significado mucho para quienes venimos siguiendo el rendimiento del zaguero edil. Vamos, no es del Municipal hace un buen rato, pero al ser de su cantera y mostrarse pulcro al marca y fiero al defender lo hace portador de algunos adjetivos bien puestos. El frío golpeaba en vientos y la temperatura amagó con descender, lo que no tenía en cuenta el termómetro es que el corazón siempre porta una pequeña dosis de fuego que le brinda la mente y el alma. Su cabeza estaba centrada en conseguir los valiosos tres puntos, su mente unida al objetivo (clásica palabra en el diccionario fútbol), su alma al galope por motivos desconocidos para quienes solo alentaban. El juego corría al ritmo que imponían los equipos, avanzaba el reloj y al marcar los 40’ apareció zagas en el espacio latente para dirigir con su frente al balón y que este terminara por guardarse muy al fondo de la red, 0-2 para los suyos, algarabía impuesta en Norte, televisores víctimas de griteríos, cafés derramados por la alegría, postres enfriándose en la mesa y la mirada al cielo. Nadie lo podía contener, las lágrimas eran parte de la celebración y aquí hay algo que interrumpe la lógica, ¿cómo es posible que el llanto de alguien se traduzca en alegría rotunda para otro? Preguntas sin respuesta que tiene este deporte. No había rejas que puedan ante la emoción, ni guardias que se atrevan a bajarlo de las nubes a las que te elevan los goles. La conexión del momento fue un centro perfecto con la zurda de Cabanillas y la perfecta ejecución de la regla de Saravia, pero también lo había sido el firmamento y su alma. Solo el cielo azul noche, casi negro, permitió que viese a su padre y le enviara la dedicatoria que había guardado algunos meses desde su partida. Su guía de aventuras y retos partió hace un tiempo a la eternidad, aquel hombre que forjó el carácter del prometedor central era acérrimo hincha del club crema.
La excusa perfecta fue coger fuertemente la insignia bordada en el pecho y dirigir los puños a chocarlos con su héroe, conducido por esa fuerza extraña.
No volvió a ser el mismo. Se entregó el doble a cada barrida, fue mucho más decidido a cada cruce y se impuso por encima de todos. Habría que intentar hacerlo cuando tienes de compañeros a Ureña, Polo, Valera, Quispe y el querido ‘Orejas’. Se dejó conducir por esa magia interna, por ese sonido cálido que retumba en el cuerpo cuando el corazón encontró su fuerza y esta nos demuestra de lo que es capaz.