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Composición La Caprichosa
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Ene 03, 2023

Gratitud eterna para Wilmer

Luego de tantas despedidas prematuras, llegó el adiós esperado para Aguirre. Uno de los que dejó más que solo goles en su Alianza y que merecía marcharse como un ídolo por todo lo alto.
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Redacción LC
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Sin duda alguna las despedidas son los tiempos y momentos que menos queremos conocer en nuestras vidas, a pesar que nos dicen desde pequeños que es parte de y tendremos que aprender a convivir con ello. Para los jugadores es algo que se hace usual temporada tras temporada. Ya despedirse mediante las redes sociales está normalizado y cada vez afecta menos, dependiendo el nombre que se tenga enfrente. 

Wilmer ha tenido que lidiar con ellas desde hace algunos años. Desde que salió de las inferiores hacia el éxito en el lejano 2001, la ruta que se  volvió una constante transitó entre el ir y venir. Para muchos inexplicable, para sus capacidades quizá también, pero siempre hacía lo que el corazón mandaba.

Un corazón que siempre ha latido por sus colores azul y blanco, que le ha llevado a dejar los flashes y las lizas canchas de Francia para regresar a casa y salvarlos del descenso, que le hizo dejar la paradiasíaca tarde mexicana para pasear por La Victoria con los zapatos clásicos y luciendo looks novedosos, con el porte de experimentado, guiar a los jóvenes en el inicio de cruzadas que han llevado al club a lo que es en la actualidad. Su corazón impar que le hizo esperar con calma la llamada del área deportiva para devolverle identidad, honor y grandeza a su Alianza. 

Wilmer dio más que una vuelta, lo hizo siempre entregado al amor, a esos sentimientos electrizantes que le saltaban a la piel cada que se enfundaba la blanquiazul. Sus vueltas significaron hacer de su relación con los hinchas, la mejor; llevando a los locos que se dan citas en las tribunas a idolatrarlo como el futuro mural, banderola o instrumento que adorne las fiestas en el Alejando Villanueva.

Y en el último tiempo lo demostraron todos. Las mañanas, tardes y noches que le tocó jugar a los hijos de Cotabambas, sus fieles adeptos solo se entregaban en coro y aplausos por la entrega y pasión de un hombre de casi 40 años que se creía un debutante y mataba por sus colores o simplemente la firmeza de aquel que se sabía en los tiempos de descuento en la carrera y no quería irse sin gratas despedidas. Porque ya hemos mencionado antes que él supo de muchas, algunas las sintió menos que otras, pero esta solo queda para enmarcarla en el alma y el corazón. 

Un señor en el verde universo de felicidad y un caballero criado en Pisco con los jocoso del sur, su tribuna favorita. Merece lo que en tantos 90’ alguno pequeño o grande le dedicó, ya sea en el estadio o frente al televisor: gratitud. Y los abrazos al asalto en la calle, las fotografías instantáneas y las menciones en las redes, muy despedida de estas épocas. Mismas que han sido suyas vestido de blanquiazul con el corazón y el alma desnudos, buscando ofrendas.

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