90 minutos
/
Especiales
Foto: Prensmart
Especiales
Jun 02, 2020

Renacer de los escombros: 50 años de nuestro primer triunfo mundialista

Las primeras sonrisas en los mundiales se gestó volteando un marcador adverso de 2-0 contra Bulgaria en México 70. Aquel triunfo le demostró al mundo como renacemos desde el cascote.
Escrito por
Escrito por
Redacción LC
Ver perfil

El fútbol que recitaban nuestros volantes, Mifflin-Challe, le dio esperanza a un país golpeado y sumido en el dolor de haber perdido a más de 50 mil compatriotas. Dos días previos al debut mundialista, un terremoto de 8 grados en la escala de Richter, sacudió Ancash llevando la peor parte la ciudad de Yungay, que fue enterrada por dicho desastre natural.

Las noticias reportaban las muertes, y estas llegaron hasta la ciudad de León, donde los muchachos de Waldir Pereira ‘Didí’ se concentraban para su estreno ante Bulgaria. Los ánimos eran los peores. Según las historias urbanas algunos jugadores se negaban a participar en ese primer partido, ya que el pesar los invadía, y hasta quisieron regresar al país. Didí, quien ya sabía lo que era jugar un mundial -fue campeón en 1952 y 1962- les pidió compromiso y fortaleza, sabía que el país necesitaba una alegría en esos momentos de puras penas.

En la antesala del encuentro el presidente del Comité Nacional de Deportes, el doctor Javier Aramburú, tomó tierra de alguna maceta cercana al estadio y para levantarle el ánimo a los jugadores les dijo: "Muchachos, he traído tierra peruana, esa que se movió abruptamente y quiero que me juren, con una mano sobre ella, que ganaremos para llevarle una alegría al país". Todos, con la mano sobre la tierra prometieron cumplir con el pedido y sacar adelante esta situación difícil para el país. Fue así que con listones negros en los brazos, la selección peruana saltó al terreno de juego comandada por Don Héctor Chumpitaz.

Con camiseta roja, debido al sorteo previo, Perú inició su periplo por tierras mexicanas. Instalados en el Grupo 4, Bulgaria llegaba como favorito al encuentro, no solo por lo mostrado en los amistosos, sino también porque tenía una de las mejores defensas en esas épocas en Europa.

El partido inició como todos lo esperaban. Los búlgaros se adelantaron con gol de Dermendzhiev y luego aparecería Bonev para rematar un tiro libre y con ayuda de un nervioso Rubiños, decretar el 2-0 parcial, que parecía ser el resultado final. Ellos fueron mejores en el primer tiempo. No se veía reacción alguna en el equipo patrio, cabizbajos no solo por los goles en contra, vagaba por sus mentes la tortuosa recreación de aquel desastre que azotó a sus hermanos. Eran épocas en las que aún se podía respirar patriotismo en algunas calles y algunas almas.

Alberto Gallardo le sacó lustre a su botín y descontó para los nuestros, con un potente zapatazo llegado desde la punta izquierda del terreno de juego. Volvimos al partido, pero la mente aún era frágil. No se podía canjear esos pensamientos por petróleo, era imposible tener un segundo impulso, más cuando ellos tomaban el balón y se empecinaban en atacar, atacar y atacar.

Se comenzaban a entonar. La pareja en la medular comenzó a dar muestra de su calidad futbolística. Perú era otro, jugaba y combinaba a placer en el terreno rival, hasta que llegaría el empate. Héctor Chumpitaz acomodó el balón cerca a la línea final del área, sus compañeros ensayaron una jugada preparada, se dispuso a chutar, resbaló y gol. El tablero dictaba un 2-2, el público en las gradas estallaba de alegría, y en tierras nuestras numerosas familias celebraban compartiendo un solo televisor, un sólo menú, una sola bebida.

Faltaba más. Eso lo tenían claro en la cancha. Ramón Mifflin comenzó a engrandecer su figura, esto lo relata muy bien el balón. Se juntó con Cubillas, quién con cara de niño comenzaba a dar sus primeros lustres en la cita más grande del fútbol mundial. Así llegaría el triunfo. Pase del amigo de Pelé con destino al ‘Nene’ y este, luego de sublimes toques, llevó el balón a la red. Festejo en la cancha, locura en la tribuna, y una mezcla de ambas combinada con mesura, en nuestra patria.

Habíamos remontado, no sólo eso. Sin darse cuenta, le estaban mostrando al mundo entero que éramos capaces de sacarnos el cascote de encima en la piel, de sobreponerse ante la cruda negativa de la naturaleza, que estábamos destinados siempre a pasar por vicisitudes para lograr iluminar nuestros caminos. Sea en el fútbol o en cualquier ámbito de la vida.

Aquellos muchachos demostraron que eran verdaderos hombres de palabra y que amaban a su país como nadie. Gracias Rubiños; Campos, De La Torre, Chumpitaz, Fuentes; Mifflin, Chale; Baylón, Gallardo, Cubillas, León; González y Sotil. La gratitud será eterna.

Sección Publicitaria