¿No es la vida acaso una serie de ironías y destino? Y el fútbol, como la vida misma, está plagado de esos dulces placeres que pueden tornarse amargos y tortuosos recuerdos.
Cachetadas irrisorias del destino hicieron que existiera la posibilidad de volvernos a encontrar con Francia y Dinamarca, exactamente aquellos rivales de cuatro años atrás. No existen revanchas en la vida, sino segundas oportunidades. Cachetada irrisoria del destino que para llegar al Mundial había que eliminar a otro rival conocido: Los ‘Socceroos’. Cachetada irrisoria y final digno de una tragicomedia con Australia y el peculiar Andrew Redmayne como villano en la hermosamente cruel tanda de los penales.
No hubo azar y sí destino en sus predecibles, y poco irónicas, caída ante la Goliat Francia y victoria frente al David Túnez. Y sí hubo ironía y detalles; el fútbol, como la vida misma, nos tortura y enamora con los momentos idos: Ese maldito contragolpe y… ¡Gol danés! Perú pierde uno a cero.
Azar, instante decisivo, pormenores, una mezcla que puede generar una cruel locura. Un genial contragolpe y… ¡Gol australiano! Australia vence uno a cero a Dinamarca. Enganche para acá, enganche para allá y una clasificación dulce y memorable a octavos de final.
Son los mismos actores, las mismas acciones, resultados distintos, emociones variopintas; ironías, azar y destino que el fútbol nos regala, burlándose o siendo compasivo con nosotros, como la vida misma.